En el principio de los tiempos el narrador hizo eco de su relatos con el boca a boca de la gente, al ser tan irreverente, fue mandado apresar, y tuvo que buscar un medio para que sus relatos no sobrepasasen cierta cantidad de carácteres bajo pena de que los guardianes que le pusieron en el inframundo se enterasen de las maniobras del narrador y censurasen sus relatos antes de poder sacarlos a traves de sus cuervos amaestrados.
Los secretos del inframundo han de quedarse en el más allá y cualquier infracción es objeto del mayor castigo que podáis imaginar. El narrador tuvo que ingeniárselas para escribir sus crónicas en varios días, en pequeños resúmenes, que luego los trovadores y bardos habrian de dar forma y ampliar los conocimientos que en ellas eran desvelados. Reflejando sobre el papel, los conocimientos que les eran ofrecidos, para así conservasen y pudiesen ser transmitidos a futuras generaciones.
Este es uno de los primeros relatos sacados de las prisiones a las que fue condenado el narrador, basado en el mito que fue pasado de generación en generación para aviso de mortales de "Orfeo y Eurídice" En el cual el narrador nos relata las desventuras y sucesos acaecidos en la búsqueda del amante que perdió a su amada.
La llamada de la Moira ( La Parca):
Su delicado cuerpo, desnudo se derrumbó, se quedó flojo sin fuerzas, laxo. Al mismo tiempo él intenta sujetarla para que no se vaya con los finos hilos que aún los unen en este mundo.
Yace en sus fuertes brazos pálida, la Moira la reclama y el amante maldiciendo, se debate en acompañarla o seguir viviendo como hace dos minutos le había prometido.
Tomando una decisión, con fuerte resolución se dispone a buscar a su amada en los confines del inframundo. Allá donde las almas habitan sin un segundo de reposo, sin conocer los peligros a los que su decisión va a reportarle.
Los Páramos de Skotos:
Dicen las crónicas que esta odisea para buscar a la persona amada perdida, da comienzo siguiendo los pasos del alma muerta por los Páramos de Erebo o Skotos.
Allí el amante observa los miles de recién fallecidos surgir de lo que parecia tierra muerta. Sus almas en pena se niegan a reconocer su nueva situación, al verlo lo desean, lo envidian y lloran, ansiosas de tener la vida que recorre la sangre de sus venas.
Pero el Skoto está cubierto de un cielo encapotado, plomizo sin que filtre ninguna luz de esperanza para estas almas encadenadas por los ávidos traficantes de almas para mercadear con ellas.
El no cae en la trampa. Le vienen a la mente las palabras de la Síbila (Si al rio aqueronte quieres llegar, antes que el barquero recoja a tu amada, obvia a todos los muertos que reclaman tu esencia aunque sean seres queridos para ti).
La barca de Caronte:
Nuestro amante llega a las orillas del Aqueronte, se desanima pues ve decenas de barcas espectrales, pero solo uno de esos barqueros podrá hacer que cruce el rio: Caronte.
Va recorriendo la orilla en su busca, apartando a su paso las almas hostigadas por los traficantes para que embarquen y que sus óbolos enriquezcan a los barqueros.
A lo lejos vislumbra una barca negra como la noche, cargada de reliquias en la cual el barquero niega la subida a las almas que asi lo desean, ayudandose de su pértiga para apartarlas, las almas al reconocerlo retroceden asustadas, saben que puede condenarlas si no disponen para el peaje a vagar por cien años en las orillas del Aqueronte. No se inmuta el barquero, con sus ropajes negros como fauces de lobo oscuras, consumidos y afilados rasgos, está esperando a su cliente, está esperando una buena bolsa y hasta él llega nuestro intrépido viajero del inframundo.
La voz cavernosa de Caronte lo para en seco, su voz de ultratumba le ha paralizado la sangre de las venas, haciéndole sentir un frio atroz. Dioses ¿Que me ocurre? se queja sin esperar respuesta alguna nuestro amante. Caronte pausadamente le niega el viaje, pues aun recuerda el castigo que le impuso "Hades" por llevar al mortal Heracles y hasta para este duro personaje nuestro amante ve como un leve estremecimiento recorre el cuerpo del barquero al recordar el suceso.
Entonces tiene sentimientos (Se daba animos nuestro héroe).
En eso al mirar hacia la barca y fijarse en las reliquias, vislumbra la pulsera que su amada tanto adoraba. Ya sabe a ciencia cierta que el alma de su amada dependió del barquero.
El espiritu se le refuerza, dándole moral pese a quien pese, dispuesto a quitar de enmedio a cualquier cosa que le impida el ir en su busca.
Volvieron a venirle a la mente los consejos de la Sibila y apeló al amor verdadero, penetrando, despertando poco a poco en el muerto corazón de Caronte una chispa de bondad. Permitiéndole este, por fin subir a la barca.
Así observa como Skoto se pierde en el horizonte mientras el barquero le narra el recuerdo del brillo de los ojos del fantasma de su amada, un brillo esmeralda que penetró en la oscura alma de Caronte, llenándola con un pequeño rayo de luz, demostrando que aun queda algo bello dentro de ella.
En eso la barca es zarandeada en medio de la travesia y una horda de espectros la zarandean al sentir al mortal que allí no debería de estar.
Nuesteo héroe destierra la amenaza blandiendo la reliquia de su amada, cuyo resplandor dorado ilumina a Caronte el camino para navegar.
La entrada al Hades:
Caronte llega a la otra orilla, es la orilla del averno, del Hades donde reina el Dios del inframundo el temible "Hades"
Desde la orilla del lago Averno, donde ha desembocado el Aqueronte, observa la barca alejarse saludando al duro Caronte con la zurda, pues la diestra la tiene ocupada con un regalo del propio Caronte: "La flauta de Orfeo"
Pocos, muy pocos han sido los osados y valientes que han llegado a las bocas del infierno, está en la entrada a las grutas del volcán "Avernus" y piensa que aun menos fueron los que regresaron.
Piensa en su amada y ve su cara en su mente. Con resolución se encamina en silencio hacia las grutas, escuchando la jauria de perros del infierno dirigidas por el Can Cerbero como despedazan impías almas con horrendos destinos.
Llueve, es pesada la lluvia, distinque una fila empapada de ánimas que se adentra en el inframundo. Algunas de ellas son devoradas por el Can Cerberos y por el resto de la jauria de sabuesos con mandibulas fuertes y dientes afilados.
En eso Cerberos levanta una de sus tres cabezas dejando de devorar a su víctima y lanza un rugido estremecedor, envidiado por los más fieros leones del Atlas. Acaba de sentir al intépido mortal entrar en sus dominios, empieza una frenética búsqueda, los sabuesos ladran mientras exploran.
Nuestro héroe corre hacia la entrada del Hades, sin aliento desesperado, en un intento vano de escapar del implacable Cerberos y su jauría de perros salvajes. Siendo rodeado notando sus fauces como lo amenazan, nota el aliento de Cerberos acercarse a su garganta, los demas perros hacen presa en su cuerpo, hiriendo, desgarrando musculos.
Yace ya ensangrentado, entregado a su suerte, un último recuerdo a su amada antes que cerberos lo deguelle con sus fauces que ya aprisionan su garganta.
De repente cree oir algo, oh Dioses, ya estoy entre vosotros, es mi entrada a vuestro reino, ya estoy muerto. Pero no, es una música, que cada vez es más nítida en su cerebro, devolviéndole la conciencia.
Abre los ojos y ve algo que le llena de estupefacción y a la vez de esperenza, es el fantasma de Morfeo que vuelve a tocar después de encontrar su flauta. En su interior agradece a Caronte su regalo.
Una vez más, la musica de Orfeo amansa al guardián Cerbero y su jauria, entonces ve una legión de muertos que lo alzan en vilo su maltrecho cuerpo, haciéndole perder la conciencia de nuevo, introduciéndolo en el inframundo.
El juicio de Hades:
Malherido, hecho una piltrafa, va recuperando la consciencia, se encuentra a los pies de Hades, el señor de los infiernos junto al lado de su mujer Perséfone, ambos están sentados en tronos de calaveras y huesos. Lo miran y nuestro héroe nota como un rayo gélido que le atraviesa el alma.
Hades comienza su alegato. " Eres un intruso de mi reino, te has atrevido a alterar el equilibrio existente entre la vida y la muerte. Apelando al capricho del Amor".
" Jajajaja, no sois el primero que lo intenta, maldito amor" dice Hades sonriendo a su reina Perséfone, la cual asiente sonriendo pícara a la mirada de su señor.
"Una vez otorgué a otro mortal el poder encontrar a su amor perdido y el muy idiota lo desaprovechó. ¿ Harás tu lo mismo ?
Nuesteo héroe le ruega a Hades, le implora tal favor, se arrodilla ante el Dios.
Perséfone se levanta, se acerca a él, la ve venir imponente regia, encorva su cuerpo ante ella, Perséfone le coje una mano y la acaricia, percibiendo su frio interior. Diciéndole: " Tenéis heridas inmensas, en el juico de tu alma, imploráis al amor, veo que nunca descansaréis hasta que veais a vuestra amada" Suelta su mano y se dirige a su trono, haciendole un leve movimiento de cabeza a su esposo.
Entonces la cavernosa voz de Hades atronó en la estancia, sentenciando: "Vuestras heridas son profundas y graves, más vuestra empresa es loable, por lo cual viviréis sin ella, o morireis con ella". Al oir la sentencia su cuerpo no aguantó más y se dejo llevar por el sueño...
El reencuentro:
Su conciencia va regresando, oye el fluir del agua, trinos de pájaros, y allá entre los setos del jardín donde se encuentra ve a a su amada, va hacia ella, ella se levanta, lo espera. Ambos están muertos, pero finalmente juntos. Ambos se besan fundidos en un fuerte abrazo.
El bardo cierra el incunable y observa a sus oyentes. Esperando algún comentario, y dejando para otro momento el continuar los relatos del narrador cautivo en el inframundo.
Atte: Jeús... El viaje por el inframundo.