Caballeros de Navarra: Marcha cristiana.
¿Heroe de leyenda, paladín de la justicia ? lo fué negarlo no es el objetivo de este artículo pues fue un hombre forjado a si mismo y con mas pelotas que Babieca su caballo.
"E a este su padrino después de tiempo demandó un potro de sus yeguas. En cuando ge lo hovo a dar, metióle entre muchas yeguas con muchos buenos potros, e mandó que escogiese e que tomase el mejor (...) e a la postre slió una yegua con un potro feo e sarnoso, e dixo a su padrino: «Este quiero yo», e su padrino, muy sañudo, díxole con saña: «¡bavieca, mal escogistes!», e dixo estonces Rodrigo: «Este será buen cavallo, e Bavieca abrá nombre.» "
Cronica particular del Cid f. IV.º
¿Villano, mercenario como he dicho en el título? también lo fue, pero con matices que a continuación vamos a exponer.
A favor de el juegan los datos históricos corroborados que lo situan siempre luchando contra los invasores musulmanes, bien como Alferez de Castilla, o bien como mercenario a sueldo del mejor postor, a partir de cuando vendió sus servicios como mercenario en campañas victoriosas contra Alfagit, Sancho Ramírez de Aragón y Raimon II de Barcelona.
Combatiendo como mercenario al servicio de la taifa zaragozana se ganó a pulso el apelativo de “Sidi” (Señor), al conseguir la victoria en más de cien combates durante cinco años. Tras esto dirigió sus tropas hacia Valencia, ciudad que conquistó en 1.094.
En contra de él juega que fue el héroe por excelencia en tiempos del franquismo, abre el debate de si héroe o villano, o si el mito del Cid tan manido era falso o sólo una proyección del antíguo régimen dictatorial, el Cid histórico, el del Cantar de Gesta, dechado de virtudes o de vicios y siempre se intenta mancillar su historia.
Haremos un breve repaso a su historia para asi poder comprender su vida y poder tener una opinión clara sobre él. Que quede claro que no quiero juzgarlo, pues no soy quien, ni tengo la capacidad moral de acusar a un hombre que como ya he dicho antes era un bravo. Luchando con su señor o bien como mercenario, con lo cual tiene mi respeto y mi veneración, dándome igual si fue héroe o villano.
Rodrigo Diaz nace en el año 1.043 en Vivar, una pequeña aldea localizada a unos nueve kilómetros de la ciudad de Burgos. Su padre, Diego Laínez, era un famoso hidalgo de la época que había conseguido para Castilla las fortalezas de Ubierna, Urbel y la Piedra. Por tanto, Rodrigo nace en el seno de una familia de la nobleza menor castellana.
Don Diego, llevó a Rodrigo a la corte de Fernando I de Castilla, León y Asturias para introducirlo y formarlo en los menesteres propios de la aristocracia de la época. Allí fue formado como caballero y destacó en el manejo de las armas, además de ser uno de los alumnos que más admiraron a sus maestros en materia de estrategia militar. En la corte se hizo muy amigo del infante Sancho, primogénito y heredero al trono. Junto a él visitó ciudades cristianas y musulmanas, como Zaragoza, donde quedaron prendados del lujo de la ciudad islámica. No fue una visita de placer a la capital aragonesa , sino que allí se firmó un acuerdo entre Castilla y el príncipe Muqtadir para atacar al rey cristiano de Aragón, Ramiro.
Dividió su reino entre sus hijos: Galicia para García, León para Alfonso y Castilla para Sancho. Rodrigo se mantuvo fiel a su amigo recibiendo de aquél prebendas y honores.
En 1.066, el rey de Castilla nombra a Rodrigo Díaz de Vivar portaestandarte de los ejércitos castellanos, es decir, desde entonces don Rodrigo será alférez de Castilla, o lo que es lo mismo, jefe principal de la tropa. Fue en estos años cuando el nuevo abanderado de las huestes de castellanas se ganó a pulso el apelativo de “Campeador”. El sitio donde seguramente se hizo merecedor de este título fue en la guerra llamada de “los tres Sanchos”, que Castilla libraba por tierras aragonesas y navarras con el fin de asegurar sus fronteras del Este. En esos lugares don Rodrigo manejó con tanto ardor las armas que sus soldados le denominaron “campi docto” (maestro de armas en el campo de batalla).
Al fallecer Fernando I, en 1065, había seguido la vieja costumbre de repartir sus reinos entre sus hijos, dejando al mayor, Sancho, Castilla; a Alfonso, León y a García, Galicia. Igualmente, legó a cada uno de ellos el protectorado sobre determinados reinos andalusíes, de los que recibirían el tributo de protección llamado parias. El equilibrio de fuerzas era inestable y pronto comenzaron las fricciones, que acabaron conduciendo a la guerra. En 1068 Sancho II y Alfonso VI se enfrentaron en la batalla de Llantada, a orillas del Pisuerga, vencida por el primero, pero que no resultó decisiva. En 1071, Alfonso logró controlar Galicia, que quedó nominalmente repartida entre él y Sancho, pero esto no logró acabar con los enfrentamientos y en 1072 se libró la batalla de Golpejera o Vulpejera, cerca de Carrión, en la que Sancho venció y capturó a Alfonso y se adueñó de su reino. El joven Rodrigo (que a la sazón andaría por los veintitrés años) se destacó en estas luchas.
Después de la derrota de don Alfonso (que logró exiliarse en Toledo), Sancho II había reunificado los territorios regidos por su padre. Sin embargo, no disfrutaría mucho tiempo de la nueva situación. A finales del mismo año de 1072, un grupo de nobles leoneses descontentos, agrupados entorno a la infanta doña Urraca, hermana del rey, se alzaron contra él en Zamora. Don Sancho acudió a sitiarla con su ejército, cerco en el que Rodrigo realizó también notables acciones, pero que al rey le costó la vida, al ser abatido en un audaz golpe de mano por el caballero zamorano Bellido Dolfos.
Heredando Castilla su hermano Alfonso. Los honores de Rodrigo disminuyeron aunque la relación con el rey siguió siendo cordial, como se puede ver con el matrimonio de Rodrigo con Jimena y el encargo por parte de Alfonso VI del cumplimiento de funciones judiciales y diplomáticas con los reinos taifas. Con este fin se dirigió Rodrigo a Sevilla, donde tuvo que defender a su aliado frente al rey de Granada. Ahí se encontró con García Ordóñez en el bando contrario. Esto fue una sorpresa para El Cid, dado que el traidor era compañero suyo en la corte de Castilla.
Jura de Santa Gadea
Ya que cuando Rodrigo vio que le iba a ser muy difícil medrar en la corte, se sintió frustrado. Convocó a sus caballeros y, obrando en contra de los intereses de Alfonso VI, saqueó el reino taifa de Toledo que era aliado del rey de Castilla. Éste le condenó al destierro.
Y entonces es cuando como he comentado antes empieza su periplo de mercenario, contra Alfagit, Sancho Ramírez de Aragón y Raimon II de Barcelona, dirigiéndose posteriormente a la conquista de Valencia.
En 1.085 las tropas de Alfonso VI tomaban Toledo y los musulmanes movidos por la desesperación llamaban a sus hermanos africanos en busca de ayuda; ya nada sería igual en el Al-Andalus. Un año más tarde todo estalló con la entrada fulminante de los almorávides, norteafricanos fundamentalistas liderados por Yusuf.
En 1086, Alfonso VI, puso sitio a Zaragoza con la firme decisión de tomarla. Pero tuvo que levantar el cerco dirigirse hacia Toledo para prepara la contraofensiva, que se saldaría con la gran derrota castellana de Sagrajas el 23 de octubre de dicho año. Fue por entonces cuando Rodrigo recuperó el favor del rey y regresó a su patria. No se sabe si se reconcilió con él durante el asedio de Zaragoza o poco después, aunque no consta que se hallase en la batalla de Sagrajas. Al parecer, le encomendó varias fortalezas en las actuales provincias de Burgos y Palencia. En todo caso, don Alfonso no empleó al Campeador en la frontera sur, sino que, aprovechando su experiencia, lo destacó sobre todo en la zona oriental de la Península. Después de permanecer con la corte hasta el verano de 1087, Rodrigo partió hacia Valencia para auxiliar a Alqadir, el depuesto rey de Toledo al que Alfonso VI había compensado de su pérdida situándolo al frente de la taifa valenciana, donde se encontraba en la misma débil situación que había padecido en el trono toledano.
El Campeador pasó primero por Zaragoza, donde se reunió con su antiguo patrono Almustaín y juntos se encaminaron hacia Valencia, hostigada por el viejo enemigo de ambos, Almundir de Lérida. Después de ahuyentar al rey leridano y de asegurar a Alqadir la protección de Alfonso VI, Rodrigo se mantuvo a la expectativa, mientras Almundir ocupaba la plaza fuerte de Murviedro (es decir, Sagunto), amenazando de nuevo a Valencia. La tensión aumentaba y el Campeador volvió a Castilla, donde se hallaba en la primavera de 1088, seguramente para explicarle la situación a don Alfonso y planificar las acciones futuras. Éstas pasaban por una intervención en Valencia a gran escala, para lo cual Rodrigo partió al frente de un nutrido ejército en dirección a Murviedro.
Giuseppe Rava
El Cid and the Reconquista:
Lithographic Press
cm.33x48
paper "old mill" gr.300
paper "old mill" gr.300
Original Painting
technique gouache on paper paper "Moulin d'arches" gr.300 pure cotton 100%
Mientras tanto, las circunstancias en la zona se habían complicado. Almustaín, al que el Campeador se había negado a entregarle Valencia el año anterior, se había aliado con el conde de Barcelona, lo que obligó a Rodrigo a su vez a buscar la alianza de Almundir. Los viejos amigos se separaban y los antiguos enemigos se aliaban. Así las cosas, cuando el caudillo burgalés llegó a Murviedro, se encontró con que Valencia estaba cercada por Berenguer Ramón II. El enfrentamiento parecía inminente, pero en esta ocasión la diplomacia resultó más eficaz que las armas y, tras las pertinentes negociaciones, el conde de Barcelona se retiró sin llegar a entablar combate. A continuación, Rodrigo se puso a actuar de una forma extraña para un enviado real, pues empezó a cobrar para sí mismo en Valencia y en los restantes territorios levantinos los tributos que antes se pagaban a los condes catalanes o al monarca castellano. Tal actitud sugiere que durante su estancia en la corte, Alfonso VI y él habían pactado una situación de virtual independencia del Campeador, a cambio de defender los intereses estratégicos de Castilla en el flanco oriental de la Península. Esta situación de hecho pasaría a serlo de derecho a finales de 1088, después del oscuro incidente del castillo de Aledo.
Sucedió que Alfonso VI había conseguido adueñarse de dicha fortaleza (en la actual provincia de Murcia), amenazando desde la misma a las taifas de Murcia, Granada y Sevilla, sobre las que lanzaban continuas algaras las tropas castellanas allí acuarteladas. Esta situación más la actividad del Campeador en Levante movieron a los reyes de taifas a pedir de nuevo ayuda al emperador de Marruecos, Yusuf ben Tashufin, que acudió con sus fuerzas a comienzos del verano de 1088 y puso cerco a Aledo. En cuanto don Alfonso se enteró de la situación, partió en auxilio de la fortaleza asediada y envió instrucciones a Rodrigo para que se reuniese con él. El Campeador avanzó entonces hacia el sur, aproximándose a la zona de Aledo, pero a la hora de la verdad no se unió a las tropas procedentes de Castilla. ¿Un mero error de coordinación en una época en que las comunicaciones eran difíciles o una desobediencia intencionada del caballero burgalés, cuyos planes no coincidían con los de su rey? Nunca lo sabremos, pero el resultado fue que Alfonso VI consideró inadmisible la actuación de su vasallo y lo condenó de nuevo al destierro, llegando a expropiarle sus bienes, algo que sólo se hacía normalmente en los casos de traición. A partir de este momento, el Campeador se convirtió en un caudillo independiente y se dispuso a seguir actuando en Levante guiado tan sólo por sus propios intereses. En 1094 tomó Valencia, Sagunto y Almenara, muriendo en Valencia en 1099, siendo sus restos trasladados al monasterio burgalés de Cardeña cuando la ciudad fue evacuada por los cristianos en 1102.
Diócoro Puebla presenta en este lienzo el episodio del ultraje que sufrieron las hijas del Cid Campeador por parte de los condes de Carrión tras su matrimonio. Doña Elvira y doña Sol aparecen atadas a un árbol, medio desnudas, en el robledal de Corpes donde fueron mancilladas por sus esposos, que huyen a caballo por un claro del bosque tras cometer su felonía.
Dejémonos de pleitos con los infantes de Carrión,
de lo acontecido mucho les pesó.
Hablemos ahora de aquel que en buen hora nació.
Grandes son los gozos en Valencia la mayor,
por la honra que han tenido los del Campeador.
Hicieron sus tratos los de Navarra y Aragón,
tuvieron junta con Alfonso el de León.
Hicieron sus casamientos doña Elvira y doña Sol.
Así crece la honra del que en buen hora nació,
cuando señoras son sus hijas de Navarra y de Aragón.
Hoy los reyes de España sus parientes son.
A todos alcanza honra por el que en buena nació.
de lo acontecido mucho les pesó.
Hablemos ahora de aquel que en buen hora nació.
Grandes son los gozos en Valencia la mayor,
por la honra que han tenido los del Campeador.
Hicieron sus tratos los de Navarra y Aragón,
tuvieron junta con Alfonso el de León.
Hicieron sus casamientos doña Elvira y doña Sol.
Así crece la honra del que en buen hora nació,
cuando señoras son sus hijas de Navarra y de Aragón.
Hoy los reyes de España sus parientes son.
A todos alcanza honra por el que en buena nació.
Más o menos estos son los hechos más relevantes en la vida del Cid. Omito la conquista de Valencia, ya que merecerian otra entrada aparte, y ya no nos da luz al tema que nos toca dilucidar, si fue un héroe o un villano.
Sobre gustos los colores, y a elección de cada cual queda el considerarlo. Yo como ya dije antes, me da igual que fuese un heroe o un villano, gente como esta forjó nuestra historia, y me siento orgulloso de ello. Por lo cual vaya mi respeto a su memoria.
PD: Estos son los datos documentados, pero ni el Carmen Campidoctoris o Poema latino del Campeador ni el Cantar de mío Cid aluden en absoluto a los servicios prestados por el Cid en la taifa de Zaragoza ni a las batallas de Almenar y Morella, mientras que el segundo crea una ficticia campaña en el valle del Jalón centrada en la toma de Alcocer (un fortín cercano a Ateca), que sirve de puente para un avance directo hacia el sudeste, rumbo a Valencia. De este modo, los claroscuros del personaje histórico quedan lavados para presentar un luminoso héroe literario.
Atte: Jesús Vila
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