Etimológicamente la palabra mosaico deriva de mousaes, que en griego quiere decir "musa", quizá porque antiguamente se consideraba que un arte tan sublime sólo podía estar realizado por artistas inspirados por ellas.
Y aunque los griegos fueron grandes maestros la técnica (antes que ellos ya lo habían utilizado los sumerios o los cretenses), como así lo atestiguan los mosaicos helenísticos, fueron los romanos los que se convertirían en auténticos expertos de este arte, propagándolo por toda la cuenca mediterránea. Tan apreciado sería que se llegaron a promulgar decretos para fijar el precio de las obras.
Mosaico griego en la isla de Delos.
Aunque al principio los mosaicos se utilizaron para decorar fundamentalmente paredes y techos, con el paso del tiempo y la mejora de las técnicas, comenzaron a usarse también para cubrir la superficie del suelo, elaborando así unos espectaculares pavimentos que conferían a las villas y palacios una majestuosidad adicional, denotando la posición social y el poder de sus inquilinos. Con la llegada de la época imperial el mosaico se popularizó y comenzó a utilizarse también en los templos, teatros, baños públicos e incluso en las tiendas.
Teselas
Así por ejemplo en el llamado opus sectile se usaban piedras de diferentes tamaños, generalmente de mármol de varios colores, para recortar formas geométricas de un modo muy parecido al del procedimiento de la taracea. El opus vermiculatum (de vermis, que significa gusano) hacía uso de teselas muy pequeñas con las que se alcanzaba una gran precisión, perfilando los bordes de las figuras representadas y las zonas que requerían mayor detalle. También estaba el opus musivum, empleado en los muros, el opus signium, que confería a las obras una gran resistencia o el opus lithostrotum, usado para pavimentar vías o plazas. Sin embargo, los trabajos más finos y complejos podía llevarse a cabo sobre paneles para facilitar su transporte y evitar su degradación. La mayoría fueron realizados por artistas anónimos que, dada la complejidad del trabajo, debían coordinarse con pintores y arquitectos para que el resultado final fuera satisfactorio. Las escuelas de Túnez y Siria fueron particularmente apreciadas.
Uno de los lugares donde se han encontrado mosaicos más bellos y mejor conservados ha sido en Pompeya, ciudad romana que quedó sepultada bajo la lava del Vesubio en el año 79 de la era cristiana. En ella se han desenterrado bellos pavimentos prácticamente intactos y mosaicos en miniatura de sorprendente realismo.
Mosaico de Pompeya
Para realizar la obra se partía de una pintura de la que se tomaba el modelo, dividiéndose las diferentes zonas por colores planos. Entonces se sacaba una plantilla en tela o en papiro y sobre ella se procedí a colocar cuidadosamente las teselas siguiendo el dibujo pero con su posición invertida, de manera que la cara que después quedaría expuesta permanecía oculta a los ojos del artesano. Luego se allanaba la superficie y sobre un lecho de cemento se iban situando las teselas hasta completar el conjunto, que finalmente se aglomeraba rellenando los huecos con masilla.
Pero si hablamos del mosaico romano no podemos olvidar mencionar a su heredero más inmediato, aquel que continuó su tradición cuando el imperio occidental sucumbió a manos de los bárbaros: el mosaico bizantino, que siguió elaborándose y perfeccionándose en el Imperio Romano de Oriente con capital en Constantinopla. Allí los muros, cúpulas y bóvedas de las iglesias y mausoleos tomaron todo el protagonismo, cubriéndose con temas de la iconografía cristiana que resplandecían además con una nueva aportación, el recubrimiento de las teselas con láminas de oro o plata que confería a las superficies un esplendor difícil de igualar. Ejemplos magníficos de esta época los podemos encontrar en Rávena, Venecia o la propia Constantinopla (hoy Estambul).
Con el paso del tiempo el arte musivario se fue desarrollando y cada época aportó un estilo y unos materiales diferentes, aunque manteniendo siempre la esencia. Tanto los bizantinos, que ya hemos mencionado, como los islámicos fueron grandes amantes del mosaico como elemento decorativo. El Renacimiento continuó impulsando esta técnica, que se vio renovada con la llegada del Modernismo y aún en la actualidad sigue siendo apreciada. De hecho, si observamos con detenimiento una composición realizada con teselas, nos sorprende lo cerca que está de una técnica tan moderna como es el puntillismo, inventado hace poco más de un siglo por los impresionistas, y acaso ese mosaico tenga miles de años de antigüedad...
Saludos. Atte: Jesús Vila.
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