En la muerte de la tarde, cuando el crepúsculo tiñe el horizonte con dorados reflejos, comienzan a escucharse tenues y frágiles letanías provenientes del Bosque de Lug. Pocos se han atrevido a cruzar los lindes del bosque cuando la música de los elfos flota en el aire, y quienes han tenido la firmeza de coraje para hacerlo, son reacios a relatar los hechos que han contemplado. Tras muchos meses de recorrer las comarcas y dialogar con venerables ancianos, logramos que nos confiasen la historia de Liam y Rhiannon:
Liam, desoyendo los consejos prudentes de sus mayores, decidió con temeridad penetrar en el Bosque para ver de cerca a los elfos. Con pies livianos se internó en la espesura siguiendo los mágicos acordes de la melodía élfica. Ya había caído la noche cuando percibió un resplandor plateado entre los árboles. Se acercó, sigiloso, y vio un gran fuego azulado sobre el que, en ronda, los elfos bailaban entonando un canto en una lengua desconocida. Pero lo que más le llamó la atención fue la imagen de una doncella, hermosa y brillante entre los elfos, que permanecía fuera del círculo de la danza, sentada sobre la hierba con el cabello negro sobre el rostro.
Se acercó lo más que pudo sin hacer ruido, pero como es sabido, el oído de los elfos es agudo como el de los gatos, y pronto lo rodearon y lo apresaron. Los elfos lo llevaron ante la doncella, la cual reveló su nombre y linaje: Rhiannon Leeanmash, Alta Princesa del Reino Escondido de Tirnalf. El joven Liam, temeroso y apesadumbrado, clamó por piedad, asegurando que no albergaba malas intenciones, y que sólo deseaba ver de cerca a los elfos tocar su música.
-Deseáis oír la música de los Elfos?- lo interrogó Rhiannon.
-Más que nada en el mundo, Señora.- contestó Liam.
-Así sea.
La Reina posó sus manos sobre las orejas del pobre Liam, y entonces el mundo pareció cambiar en formas y colores nuevos. Oyó la música de los elfos y cayó en un encantamiento del que nunca pudo recobrarse, ya que las melodías eran infinitamente más complejas de lo que había percibido hasta entonces. Arrebatado por la imagen de tanta belleza, cayó en un sueño profundo, y despertó en el claro cuando el sol brillaba alto en el cielo.
Los ancianos dicen que el joven lentamente dejó de hablar, hasta que por fin sólo se lo escuchaba cada tanto repetir la misma frase: siempre que el crepúsculo bañaba las nubes de oro, Liam repetía en un susurro:
- Cantan los Elfos.-como si sus oídos percibiesen una melodía compuesta sólo para ellos.
Extracto del Memorabilia Ambulans (Paseos memorables), escrito por los folcloristas Theodor y Ambrosse Von Derleth, 1844.
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